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Pavle Vujcic un serbio aplatanado

ANTO DOMINGO. LD- Cuando en enero de 1983 el violinista Pavlev Vujcic audicionó con el mítico maestro rumano Sergiu Celibidache con la intención de formar parte de la Orquesta Filarmónica de Munich, nunca imaginó que iba a desarrollar su carrera en una isla del Caribe, tan lejana, no solo en distancia, de su natal, la antigua Yugoslavia. Pero el mismo destino que cambió en los años noventa del siglo pasado el mapa de su país, quiso que este sensible músico y ser humano ofreciera en esta tierra de merengue y ron lo mejor de su arte en nuestra Orquesta Sinfónica Nacional (O.S.N.).

Él lo cuenta a su manera, con la misma sonrisa con que saluda al director de turno en cada concierto de la más importante institución musical del país. “Ahí hay uno que anda buscando músicos”, narra que le dijeron durante el descanso de un ensayo. Quien buscaba instrumentistas no era otro que Jacinto Gimbernard, que a la sazón era director de la OSN y que estaba en Belgrado captando talentos que engrosaran la agrupación que tenía a cargo.

A Pavle le faltaban unos pocos meses para cumplir 30 años y no le pasó por la mente que después de esa audición con Gimbernard, sería adoptado por otra patria. 25 años han pasado y Vujcic, nacido en Belgrado el 13 de julio de 1953 ya no entiende otro hogar que el que tiene en Santo Domingo. “De mi país lo único que me queda es el apellido” comenta, destacando lo compenetrado que está con una cultura tan distinta que ya ha hecho suya.

En su juventud soñaba ser deportista, no músico
A pesar de estar dedicado desde hace muchos años a la música culta, a Pavle Vujcic, concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional, una de las cosas que más le gustan del país en que vive son las expresiones folclóricas de aquí; algo que observó desde que llegó en 1983 desde Belgrado, capital de Yugoslavia, hoy dividida en seis naciones.

“Me explicaron el sincopado racionalmente y aquí ha sido un regalo del ambiente”, dice entendiendo que el dominicano nace con el ritmo y el sentido musical, mientras que él tuvo que ir a una escuela para aprenderlo. Pavle llegó hace 25 años con un contrato de tan solo dos años, pero por esas vueltas que da la vida, lo que sería un entrenamiento musical y un camino de experiencias para seguir a otros lugares o volver a su país, se convirtió en una estadía en la que ha hecho amigos, familia, y se ha desarrollado profesionalmente.

En su conversación, en un perfecto español, se descubre un excelente ser humano que muestra su lado sensible, no sólo al tocar el violín presentando alguna obra de algún gran maestro de la música, sino es sus respuestas, alejadas de complejas explicaciones de teoría musical.

En sus palabras las cosas son simples y solo cuando se le pregunta qué es la música en su vida es cuando no halla qué decir. “En palabras es dificilísimo. Es para mí, vivir. No podría existir si me niegan ese mundo”, sostiene.



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